Una vez más la Administración Pública no aprovecha con celeridad las ventajas que le pueden ofrecer las Nuevas Tecnologías. Y lo malo es que ahora nuestro mundo es digital y lo es, no sólo porque existen nuevos dispositivos y tecnologías emergentes (ya veremos si disruptivas), sino porque esta vez, las personas y las empresas, como extensión más dinámica de las primeras, las estamos adoptando a toda velocidad.

Sí, también estoy de acuerdo con los que piensan que la Administración Pública, en su conjunto, debe actuar de otra forma, pues es garante de nuestros derechos y la norma y la prudencia le obligan. Sin embargo, también tiene la responsabilidad de prestar servicios (nuevos servicios) con la máxima transparencia, eficacia, eficiencia y calidad.

¿Por qué no actúa como una Startup? ¿Por qué no intraemprende como una empresa ya consolidada?

El mundo de la empresa, inducido por una nueva demanda de servicios innovadores y de consumo que provoca una población, cada vez más digital, ha sabido adoptar metodologías ágiles en el plano de la generación y validación de nuevos servicios o modelos de negocio. Y en ese sentido prueba y prueba, invierte e invierte, hasta dar con propuestas de valor que dan respuesta a necesidades y problemas de nuestra Sociedad.

Una razón pudiera ser que la Administración Pública sabe que su mercado objetivo es cautivo.  Y entonces, ¿para que buscar ventajas competitivas? Pero yo no quiero pensar que sea así.

¿Por qué se priva de creatividad la Administración Pública?

Me consta que, desde la Administración Local hasta la Administración General del Estado, han venido incorporando las innovaciones que, desde el sector privado, unos y otros hemos ido llevando. Puedo dar fe de ello, pues llevo 25 años en esa tarea.

Sin embargo, lo que ha sido menos usual ha sido encontrar a personas de la Administración generando innovaciones partiendo de una actitud creativa. Tanto en el plano individual, como en su capacidad de reinventar sus procesos y servicios desde la óptica del grupo de profesionales que la conforman.

En el mejor de los casos, ha habido y sigue habiendo empleados públicos que, desde sus pequeñas unidades de Calidad o de Informática, han hecho lo que han podido intentando transmitir las ventajas que representan estas dos vías de mejora para sus organizaciones.

No será que, en su mayoría, y sin ánimo perverso de generalizar, no se es creativo porque esta actitud no está reflejada en sus funciones o responsabilidades naturales. Yo no quiero pensar que sea así.

¿Por qué la política sigue impulsando grandes inversiones sin una demanda real desde dentro de la propia Administración?

Me explico. Aunque hemos pasado algunos años en los que ha habido una fuerte reducción del gasto público centrado en la modernización e innovación del Sector Público, ahora, con el impulso de las Ciudades Inteligentes o la propia Transformación Digital vuelven grandes sumas de dinero público, lógicamente con acento europeo, que avalan proyectos y programas con un alto riesgo de no aportar el valor final para el que, con seguridad, fueron diseñados.

Para mí, una de las razones que provocan este desfase es la falta de implicación del responsable público y, más aún, la falta de integración y coordinación entre responsables y técnicos. Y no me refiero a la implantación de los proyectos en cuestión, sino lo que es peor a la inexistencia de acuerdo y consenso en definición de necesidades, la identificación de problemas, la generación de diagnóstico y, por tanto, la correcta formulación estratégica de sus organizaciones.

No será que los últimos planes que se han desarrollado por parte de muchas entidades son sólo meros corta y pega, poco creíbles y que ni siquiera conoce su propia organización. Yo no quiero pensar que sea así.

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Pensemos en positivo, vivimos una época trascendental para todos.

Un momento en el que la norma ya ha dado un gran salto para la auténtica transformación de la Administración Pública, pues su régimen jurídico y el procedimiento administrativo común así lo orientan.

Un momento en el que la constante avalancha de nuevas tecnologías se merecen el beneficio de la duda para su puesta en escena en el Servicio Público. ¿Cuántas veces hemos imaginado una disrupción como la que introduce, por ejemplo, Blockchain, para asegurar velocidad, identidad, transparencia, confianza, etc?

Un momento en el que las personas somos más que digitales; tanto, como los servicios que el sector privado y el público quieran que lo seamos. Me refiero a los más mayores, porque los que vienen detrás, ya lo son y sólo demandan lo digital.

Ahora, son las personas que están dentro de la Administración y las que con nuestras propuestas estamos más cerca desde el sector privado, las que tenemos que estar a la altura del cambio. Y saber qué hacer. El resto de industrias ya lo están haciendo.

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